NUEVO LEÓN, ENTRE EL VOTO Y LA VANIDAD
- laruedadelpodermx

- 7 ago
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En La Opinión de Cayetana Mars
Desde hace una década, Nuevo León se ha convertido en el tubo de ensayo de la política mexicana. Un estado industrial que, en lugar de consolidar liderazgo, prefiere experimentar con él.
Primero fue El Bronco, una caricatura con botas que llegó al poder cabalgando sobre la furia antiPRI y el impulso de las redes sociales. Ganó con fuerza, gobernó con ocurrencias y terminó diluyéndose entre frases de rancho y una candidatura presidencial sin brújula.
Después vino Samuel, el influencer con fuero. Carisma de TikTok, fondo de LinkedIn. No llegó por arrastre ciudadano, sino por fragmentación del voto. Hoy gobierna más con filtros que con política pública, y mientras baila en sus redes, ensaya un teatro familiar en el que él actúa de gobernador y Mariana de heredera dinástica.
Nuevo León no elige estadistas: elige estilo. Prefiere la novedad antes que la eficacia. La imagen antes que la visión. Pero los efectos secundarios están a la vista: violencia creciente, desgobierno en las calles y una clase empresarial que observa en silencio, sabiendo que el costo del espectáculo lo pagará el desarrollo.
La próxima elección no será sólo una boleta: será un espejo. ¿Seguirán los neoleoneses votando por el que grita más fuerte o por el que gobierna mejor? ¿Seguirán eligiendo por “me cae bien” o por “puede con el cargo”?
Waldo, Tatiana, Clara Luz, Adrián, los nombres están ahí. Algunos ya fracasaron. Otros aún no se atreven a proponer con seriedad.
Y entre ellos, Luis Donaldo Colosio Riojas se yergue con una sobriedad atípica para su generación: prudente, articulado, sin escándalos, y con una marca histórica sobre los hombros que puede ser bendición o condena. Tiene los atributos para representar una política distinta: moderna, honesta, sensata. Pero necesita romper el mito y asumir con decisión el rol que la historia, y la ciudadanía, podrían estar reservándole.
La moneda no está en el aire: está en la mano de un electorado que tendrá que decidir si vuelve a jugar a la ruleta rusa del populismo de marca.
Porque la política no es un juego. Y el futuro de un estado como Nuevo León no debería decidirse con base en algoritmos, filtros o encuestas de Instagram.
La democracia no es un experimento. Es una responsabilidad.
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