ANDY: “EL Heredero Que Tropieza Con Su Sombra”
- laruedadelpodermx
- 8 ago
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En La Opinión de Cayetana Mars
En política, la herencia de un nombre no es un título nobiliario: es una carga que se honra con inteligencia, temple y prudencia. Andy no ha entendido nada de esto. Cree que la política es una foto heredada, no una conquista personal; que basta con copiar el estilo del padre para merecer el lugar que él construyó a base de colmillo y cálculo.
Ignora que la política es un oficio severo, donde el ego se subordina a la estrategia y donde cada paso en falso cobra factura. Lo lanzaron a las grandes ligas sin el abecé elemental y su debut lo exhibió: inexperto, verde, incapaz de navegar el oleaje real del poder.
No pidió cancha chica. Le entregaron la Secretaría de Organización del partido, no como adorno, sino para que ejerciera un poder real por encima de la propia presidenta. El objetivo era claro: proyectarlo como figura de relevo, como carta de continuidad. Pero él, en vez de aprender a caminar, quiere correr el maratón.
En su primera crisis, no demostró temple, sino capricho. Exigió que no se le llame “Andy”, como lo conocen familia, amigos y hasta sus aliados, y responsabilizó a la oposición de usar el diminutivo para “minimizarlo”. No entendió que el respeto no se ordena: se gana.
Luego vino la derrota en Durango, su laboratorio electoral, donde la estrategia que comandó terminó en pérdida. Y por si fuera poco, sus vacaciones de lujo en Japón, coincidiendo con otros jerarcas de la 4T en Europa, destruyeron cualquier relato de austeridad. El país escuchó sus frases y entendió su desconexión: “merecidas vacaciones” después de “extenuante trabajo” y la extravagante denuncia de que “la derecha” le puso espías.
En política, esas palabras no se olvidan. Se archivan. Y se usan.
La presidenta Claudia Sheinbaum, sin mencionarlo, tuvo que recordar a todos, y especialmente a él, que en MORENA la humildad y la sencillez no son opción, sino discurso oficial.
Andy aún puede aprender, pero debe entender que en la arena política real no basta el apellido: se requiere carácter, visión y la disciplina de quien sabe que el poder no es un derecho adquirido, sino una batalla diaria. De lo contrario, quedará para la anécdota, y no para la historia.
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