Julia y Concetta Parte II
- FERNANDA TRINIDAD
- 19 may 2024
- 6 Min. de lectura
Cuento de Terror
María Fernanda Trinidad
Me encontraba acostada en mi cama. No podía dormir. La historia que la amiga de mis tías me había contado no dejaba de dar vueltas en mi cabeza. ¿Será que la mujer que he estado viendo, y que mi familia ha visto, sea la hija del señor Basilio? Seguía pensando… ¿Qué la había obligado a hacer algo tan horrible? El silencio se apoderaba de toda la habitación. Incluso me percate de que el silencio que había no parecía normal. Era un silencio muy distinto al de la noche. Era muy extraño. En ese momento lo escuché… Un susurro… Seguro son mis padres hablando- me dije. Pero ese silencio que se percibía se empezó a unir a un frío intenso. Juro que al respirar podía ver el vapor salir de mi boca. ¿Pero a qué temperatura estaba mi habitación? No estábamos en invierno. En ese momento los pasos comenzaron a sonar dentro de mi habitación. Comenzaron como pasos lentos. Por unos segundos dejaban de escucharse, luego volvían. Yo sentada en mi cama. Muerta de frío y muerta de miedo. Los pasos aumentaban con rapidez. El silencio se intensificó, pero el sonido de los pasos se amplificaba. Alguien corría… Alguien corría pero yo no podía ver a esa persona. Empecé a llorar. Estaba aterrada. ¿Qué estaba pasando? De golpe los pasos se dejaron de escuchar y ese silencio tétrico volvió a estar presente. Yo estaba temblando de frío. En ese momento escuche una respiración. No quería voltear hacia donde venía. Pero lo hice por instinto. Silencio. Fue entonces cuando vi ese mismo vapor que salía por mi boca, por la temperatura tan baja que había, salir de una nada. Lo veía. Escuchaba el respirar agitado de alguien. No podía dejar de llorar. No podía dejar de mirar. En cuestión de segundos ella corrió hacia mí… un grito de dolor, de agonía… Yo… petrificada. Fue tal la velocidad con la que corrió hacia mi que me encontré acostada sin poder moverme… respirando deprisa… mi corazón parecía querer salir de mi pecho. Seguía llorando incontrolablemente. Logré tomar fuerza y gritar con todos mis pulmones -¡Mamá!- Mi mamá entró a mi habitación asustada. Me preguntó qué me pasaba… Yo seguía acostada con la mirada hacia el techo sin moverme… solo lloraba.
ººººº
Al día siguiente, me encontraba tomando un café mirando hacia la ventana del jardín. Todavía podía sentir el frío y escuchar esa respiración entre un silencio terrorífico. Frida, nuestra perrita, me miraba. Entendía porque entraba a la casa. Llevaba ya semanas que se la vivía en el jardín. Mi mamá entró a la cocina, al mirarme, yo pude notar miedo y preocupación en su rostro. No había explicación, pero ella me decía que quizá había soñado, aunque yo sé que sabía que no era posible. Lo que había pasado no era un sueño, lo sentí en lo más profundo de mi ser.
ººººº
Había pasado casi un mes desde el último suceso. Jamás dejé de pensar en lo que me contó la amiga de mi tía. Esa entidad, fantasma, mujer… lo que fuera… tenía nombre. Supongo por la historia, se llamaba Concetta. ¿Qué había pasado con ella? ¿Por qué la estaba viendo? Me encontraba al otro lado del mundo, completamente lejos y desconectada de Italia. Porque estaba ahí. ¿Porqué se me aparecía a mi? ¿Qué quería?
Por la tarde le escribí a mi tía, le dije que necesitaba hablar con ella, le pregunté por su amiga. Me dijo que ella había vuelto a Italia. Que qué pasaba. La cité el sábado en casa. Les dije a mis papás que mis tías vendrían a comer. Se les hizo raro que las invitara, pero les pareció buena idea. Pintaba para ser un sábado soleado, perfecto para hacer un asado en el jardín.
ººººº
Era la una de la tarde cuando tocaron a la puerta. Eran mis tías. Habían llegado temprano, lo que me había alegrado. También iban llegando unos amigos de mis papás. Rosa y Marco. Mi hermano había invitado a Víctor, su mejor amigo. Yo decidí que no le diría a nadie. Más que una comida era mi momento de investigar más acerca de Concetta.
Durante toda la comida yo estuve pensativa. Me costaba trabajo entrar sola a la casa y sobretodo subir a mi habitación. Noté que mi tía Lula, que era con la que más me llevaba y la que había escogido mis regalos, no dejaba de mirarme. Terminamos de comer y ella se levantó y se sentó a mi lado. ¿Qué te pasa Julia? ¿Te encuentras bien? A lo que sonreí y le dije que sí. Claramente no me creyó. ¿Por qué nos invitaste? Obviamente sé que me extrañabas. Nos reímos. No ya dime. ¿Qué está pasando? Parece que no duermes hace un año. Le pedí que me acompañara a la cocina. Le conté lo que estaba sucediendo. Por su expresión de confusión, no sabía si me estaba creyendo o si pensaba que estaba loca. Hice una pausa. La miré. Me tomó del hombro y me dijo que lo único que tenía que hacer era pedirle que se fuera. Le dije que no era tan sencillo. Nos miramos. En ese momento, volvieron los pasos.
Los pasos pasaron de prisa detrás de mi tía Lula, ella volteo bruscamente. Yo la miré. Le dije que esas cosas eran las que pasaban. Solo me miró. En eso entró mi madre. ¿Todo bien? nos dijo. Si ma, le contesté. Lula no dejó de mirarme.
ººººº
Los amigos de mi padre ya se habían ido. Mis tías seguían en la casa. Eran las 8 de la noche. Mi mamá les dijo que podían quedarse. Las botellas de vino seguían abriéndose. Ellas no lo pensaron ni dos segundos. Le dije a mi tía Lula que ella durmiera conmigo. Mientras que mi tía Naty dormiría en el cuarto de tele.
Nos encontrábamos jugando cartas cuando escuchamos la puerta de la entrada abrirse. Todos nos quedamos callados, nos miramos. Mi papá nos pidió silencio. El se levantó lentamente y fue hacia la puerta. Estaba abierta. Pero no había nadie. Seguramente no la cerramos bien- dijo. Quizá el viento la abrió. Mi hermano miró la ventana y le dijo que no había viento. En ese momento se escuchó un trueno que hizo retumbar las ventanas e iluminó el cielo completamente. Se fue la luz de golpe. Salté hasta mi madre. Mis tías se abrazaron y gritaron. Pasó el trueno y hubo una risa nerviosa de parte de todos. Mi hermano y Víctor fueron por unas linternas que estaban en el cuarto de tele. Mi papá iba entrando a la cocina cuando de pronto, todos los escuchamos. Pasos arriba. Mi madre y mi padre se miraron. Yo pensé, ahí está de nuevo. Mi hermano volvió con la linterna y se la dió a mi papá. Ellos claramente los habían escuchado también. Mi papá subió lentamente las escaleras. Mi hermano y Víctor iban detrás de él. Mi mamá quería subir pero le pedí que no lo hiciera. Yo la tenía tomada muy fuerte de la mano.
Regresó la luz bruscamente. Mis tías hicieron una broma de que mejor se irían. Mi mamá les contestó diciendo que no estaban en condiciones. Se rieron. Mi tía Lula me miró, sabía que me creía, y estaba segura de que sabía algo más de todo esto que estaba pasando.
Todos ya estábamos acostados. Mi tía Lula, conmigo. Roncando tremendamente, resultado de unas cuantas copas de vino. La tele encendida. Víctor y mi hermano veían una película. Mi mamá dormía, papá leía. Mi tía Naty estaba en el cuarto de tele en la planta baja, supongo dormida al igual que Lula. Yo no podía dormir. Tenía miedo de que algo pasara y curiosidad de la historia detrás de ese espejo, detrás de Concetta.
En eso sentí un escalofrío tremendo. Miré por instinto hacia el tocador. La silueta de una mujer en camisón blanco comenzó a aparecer. Sentada con las rodillas pegadas a la cara. Empecé a sentir un miedo tremendo. Pero logré incorporarme. Quise despertar a Lula pero por alguna razón no lo hice. La miré. Comencé a escuchar un llanto que lo podía sentir en los huesos. Era un lamento de dolor inexplicable. La miré pero solo estaba ahí llorando. Comencé a escuchar un murmullo. Un murmullo rápido. Difícil de entender. Pero el tono se empezó a intensificar. No sé italiano pero logré escuchar: perché per me, perché per me, perché per me, perché per me, perché per me. De un momento a otro ella apareció de mi lado izquierdo y en el oído me gritó ¡perché per me! Brinqué de la cama. Miré el tocador. Ya no estaba. Obviamente Lula se despertó y prendió la luz. Julia, dios mío, casi me da un infarto. ¿Estabas soñando? ¿Qué? ¡No! Lula, ella estuvo aquí- le dije. Lula me miró. ¿Qué es perché per me?- le dije. Ella me contestó. ¿Por qué?
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